Subsunción en The SAGE Handbook of Marxism

Andrés Sáenz de Sicilia

Al castellano por Daniel N.


1. INTRODUCCIÓN 

La subsunción figura entre aquellos conceptos de procedencia filosófica que son retomados por Marx y recodificados como conceptos sociales críticos. Aunque se originó como una categoría lógica, la subsunción describe, sin embargo, para Marx algo fundamental sobre la estructura básica y las tendencias de desarrollo de las sociedades capitalistas. La subsunción es, en cierto sentido, la figura lógica crucial de las relaciones capitalistas, en la medida en que estas relaciones se basan en la subordinación sistemáticamente perpetuada del trabajo al capital. Sin esta subsunción no puede haber explotación de la plusvalía y, por tanto, acumulación y reproducción ampliada del capital. El concepto de subsunción, sin embargo, tiene un estatus algo ambiguo dentro del pensamiento de Marx. El término aparece repetidamente desde los primeros hasta los últimn tratamiento riguroso, por lo que no se presenta ninguna os escritos de Marx, pero Marx no lo somete en ninguna parte a u»teoría» explícita de la subsunción en sus escritos. A lo que el lector de Marx parece enfrentarse son poco más que fragmentos e indicios dispersos, alusiones a una posición más sustancial que nunca aparece, o que, en El Capital, es estructuralmente reprimida por el impulso sistematizador que rige el movimiento del discurso de Marx. Las ambigüedades y la aparente ambivalencia expresadas en el uso que hace Marx del término han sido la causa de amplios debates sobre los usos y malos usos del concepto y su relevancia para un compromiso crítico con la realidad contemporánea, que abarcan afirmaciones de su irrelevancia (o incluso contraproductividad teórica) a lecturas que lo elevan como el concepto primario que caracteriza la configuración del capitalismo contemporáneo (o “tardío”). En este capítulo, considero tres aspectos de la subsunción como concepto marxista: su prehistoria filosófica, especialmente en el trabajo de Kant y Hegel (una apreciación de la cual, sostengo, es crucial para comprender la profundidad de su significado dentro de la teoría marxista). La conceptualización de Marx de la subsunción (tanto a nivel ‘general’, en relación con su metodología materialista, como en tanto que subsunción capitalista, en su crítica de la economía política); y, finalmente, interpretaciones y debates clave relacionados con la subsunción dentro de la tradición marxista.

 

2. TRASFONDO CONCEPTUAL

Se llame así o no, la subsunción ha sido una figura de pensamiento empleada desde la antigüedad, describiendo tanto una relación como un acto. En su concepción clásica, la subsunción denota una relación jerárquica de clasificación en la que un elemento se designa como particular, subordinado de una categoría más general que lo engloba (por ejemplo, ‘lo humano’ subsumido bajo el género de ‘animal’). Igualmente, la subsunción se refiere al acto de juicio que produce (o al menos describe) esta relación, la de subsumir un particular bajo un universal o, en un contexto legal/médico, el caso bajo una regla. De esta manera, la subsunción es básica para la construcción de cualquier cuerpo de conocimiento o discurso científico ordenado sistemáticamente. Sin embargo, en la filosofía moderna, la subsunción comienza a adquirir un nuevo significado, refiriéndose no simplemente a la disposición jerárquica de las ideas, o incluso de las cosas, sino al proceso por el cual las entidades objetivas llegan a constituirse como tales. Es este cambio de la subsunción como organización lógica a la subsunción como determinación de la forma (o del reconocimiento a la producción) lo que prepara el camino para el uso del término por parte de Marx.

 

KANT

Fue Immanuel Kant quien rompió por primera vez con la comprensión de la subsunción como una relación puramente lógico o formal, al otorgarle un papel central en su filosofía crítica. Para Kant, nuestra experiencia del mundo exterior no es una aprehensión sensible directa de las cosas ‘en sí mismas’ (como pretende el empirismo ingenuo), ni es el efecto de una actividad de construcción puramente mental (como afirma el racionalismo dogmático), sino más bien resulta de una ‘síntesis’ cognitiva de elementos sensibles y conceptuales. Para que la experiencia de los objetos sea posible, argumenta Kant, a la «materia» de la sensación se le debe dar una «forma» conceptualmente ordenada al ser incluida en los «conceptos puros del entendimiento» (Kant, 1998). Los conceptos puros proporcionan reglas para la organización de la experiencia, de modo que lo captado espontánea y arbitrariamente por los sentidos puede ser reorganizado en forma sistemáticamente ordenada, estable y comunicable, posibilitando su conocimiento (en lugar de simplemente su sentimiento); es decir, siendo apropiado cognitivamente por una conciencia racional.

A diferencia de la noción clásica de subsunción, donde los conceptos específicos se categorizan bajo conceptos más generales (una relación de concepto a concepto), esta síntesis cognitiva involucra la articulación de elementos heterogéneos: conceptos discursivos e intuiciones sensibles. La radicalidad de la proposición de Kant era que los conceptos (de cierto tipo fundamental o “puro”) no reflejaban de forma pasiva las relaciones entre los objetos empíricos, sino que intervenían activamente en el proceso de su formación. El proyecto kantiano de desarrollar una ‘lógica trascendental’ junto con la ‘síntesis trascendental’ que es su núcleo, implicó recodificar relaciones y procedimientos cognitivos que previamente se entendía que tenían validez solo en relación con objetos del pensamiento, convirtiéndolos en aspectos esenciales del proceso por el cual se determina la forma de los objetos empíricos (los objetos de la experiencia concreta).

La subsunción, desde la época de la filosofía de Kant en adelante, adquiere así el carácter de un acto de formación de objetos, en lugar de simplemente limitarse a taxonomizarlos. No implica solamente la ordenación o relación de objetos dados, sino que es una precondición básica de su constitución como objetos, un momento de su “producción”. Es importante destacar que la productividad de la subsunción dentro de la filosofía kantiana no se limita únicamente a los objetos de la experiencia, sino que también permite recíprocamente la actualización de la subjetividad, como el medio o la totalidad compositiva dentro de la cual se unifica la representación de todos y cada uno de los objetos (un continuo consciente que consiste en en una multiplicidad de objetos distinguidos y relacionados). Al unir los diversos momentos sensibles de una manera conceptualmente coherente, la subjetividad trascendental también une cada momento consigo mismo, como la totalidad dentro de la cual se componen todos los objetos. Esto produce un movimiento recíproco por el cual la determinación de la forma de los objetos por parte de la conciencia resulta ser también la actividad precisa mediante la cual la conciencia se actualiza como autoconciencia, en la «unidad trascendental de la apercepción». Esta reciprocidad es crucial, porque significa que la existencia de una estructura totalizadora no es independiente ni indiferente a las entidades que determina y totaliza, sino que tanto la estructura total como los objetos individuales dependen por igual de los procesos activos de determinación por los que se establecen, están relacionados entre sí (esto será importante para Marx, en la medida en que la producción de cierto tipo de objetividad, por ejemplo, las mercancías, actualiza y sostiene recíprocamente la existencia de la totalidad compositiva que necesita esta producción: el capitalismo).

 

HEGEL

La subsunción no juega un papel central en la filosofía de Hegel y aparece con poca frecuencia en sus escritos. No obstante, existe un importante hilo de continuidad que relaciona los aspectos medulares del discurso kantiano de la subsunción con el pensamiento de Hegel, así como el desarrollo de rasgos novedosos de la subsunción crucial por la adopción del concepto por parte de Marx. La importancia del tratamiento de Hegel de la subsunción es doble. Hegel reconoció la centralidad de la determinación subsuntiva de la forma para la constitución de la objetividad, mientras que al mismo tiempo desvinculó tales actos de determinación de su origen en la estructura ahistórica del ego individual en la que se basaba la «lógica trascendental» de Kant. Esto permitió a Hegel formular una descripción dinámica y evolutiva de la reciprocidad entre las formas discretas y la totalidad compositiva que las abarcaba. En lugar de reforzarse reflexivamente unos a otros en un circuito cerrado que siempre regresaría al mismo punto de partida (la unidad kantiana de la apercepción), para Hegel el movimiento de determinación y comprensión, o externalización y apropiación, trazaba lo que Marx describió como «una espiral», una curva en expansión, no un simple círculo’ (Marx, 1993: 266). Por esta razón, los actos de subsunción forman objetos, que a su vez transforman el sistema o estructura de determinación en sí mismo, obligándolo a su vez a generar nuevas formas para nuevos objetos, desencadenando así una dinámica de desarrollo constante.

El cierre reflexivo operativo en la filosofía kantiana es así transformado por Hegel en una explicación procesual del desarrollo que pasa por etapas sucesivas e interrelacionadas, donde cada etapa emerge como resultado de la etapa anterior. Esto implica una nueva concepción de cómo los actos de determinación relacional (como la subsunción) interactúan con las estructuras de unidad, o totalidades compositivas, en las que se sitúan sus elementos básicos. La subsunción de lo particular bajo lo universal ya no es un acto infinitamente idéntico realizado dentro de una totalidad inmutable, sino que adquiere un carácter fundamentalmente diferente según la etapa de desarrollo de la totalidad, al mismo tiempo que impulsa ese desarrollo hacia adelante. . Por lo tanto, manteniendo su caracterización kantiana como proceso constituyente de un objeto, Hegel relativiza y multiplica la naturaleza de la determinación subsuntiva de la forma, especificando su naturaleza y efectos según la etapa o momento de desarrollo en el que opera. Esto abre el camino para conceptualizar la subsunción como un proceso tanto social como histórico.

En la Fenomenología del Espíritu, este concepto procesual del desarrollo conduce a la ‘superación’ (Aufhebung) del punto de vista finito de una conciencia aislada y al desarrollo de un concepto social de subjetividad que emerge con la transición de las relaciones sujeto-objeto a través de sujeto, y luego las relaciones sujeto-sustancia en las diversas formas de vida ética (Hegel, 1977). En primer lugar, la exposición de Hegel intenta demostrar que las relaciones interpersonales son una condición implícita para la existencia de la autoconciencia individual que caracteriza el punto de vista de la filosofía de Kant. La subsunción de las intuiciones bajo conceptos pasa así a asociarse con una forma parcial de conocimiento perteneciente a una etapa limitada en la serie evolutiva, abriendo el camino a ulteriores y diversos procesos de subsunción de naturaleza intersubjetiva (la subsunción de un sujeto por otro y el surgimiento de relaciones jerárquicas, como en la sección ‘‘señorío y servidumbre’). Posteriormente, Hegel rastrea el desarrollo de las relaciones sociales en estructuras objetivas duraderas, en lugar de relaciones contingentes e inestables entre individuos aislados. Aquí, con el surgimiento de lo que él llama «espíritu», se obtienen relaciones subsuntivas entre individuos particulares y la universalidad de la forma social en la que existen y por la cual están constituidos (en oposición a la simple dominación de una autoconciencia por otra). Este es un precursor vital del uso de la subsunción por parte de Marx, ya que sienta las bases para un análisis de los procesos a través de los cuales los individuos son subsumidos bajo estructuras objetivas de socialidad. La intervención de Hegel en el discurso de la determinación subsuntiva de la forma lo lleva claramente mucho más allá del análisis de los actos de juicio sintético propios de una conciencia individual y hacia la teorización de las formas relacionales que determinan la identidad y la acción práctica de los individuos en un contexto colectivo.

El análisis de Hegel del desarrollo a través de configuraciones sucesivas de una totalidad social que lo abarca todo también establece la base para conceptualizar la subsunción en términos históricos, aunque se ha discutido cómo caracterizar exactamente la dimensión histórica de la filosofía de Hegel desde su recepción más temprana. Más importante que cualquier supuesta correspondencia entre las sucesivas «formas» del espíritu descritas por Hegel y épocas o eventos históricos reales es el compromiso de Hegel con la idea de que diferentes órdenes sociales y éticos dan lugar a diferentes tipos de individuos, prácticas e instituciones (así como  por implicación, diferentes formas de falta de libertad y dominación). Sin embargo, el aspecto controvertido de esta idea era la filosofía de la historia que sustentaba la explicación de Hegel, que equiparaba el desarrollo a través de sucesivas etapas sociales como la progresión necesaria hacia órdenes cada vez más racionales y éticamente perfeccionados, que culminaban en un momento «absoluto» que completaba el movimiento de desarrollo y unificó todas las etapas precedentes (totalizando así las múltiples configuraciones de la totalidad). En cierta lectura de este punto de vista, la historia está impulsada por una necesidad racional hacia la realización de la libertad universal y la unidad entre los individuos, la naturaleza y lo divino que completaría efectivamente el proceso histórico, dado que ningún orden «superior» podría realizarse posteriormente. Esto dio lugar no sólo al problema de cómo identificar y validar el momento histórico en el que se había alcanzado o se habrá alcanzado tal estado de finalización, sino también de si la historia podía realmente terminar de esta manera.

A pesar de su aparente abstracción, el compromiso explícito más sostenido de Hegel con el concepto de subsunción, en su ‘Ciencia de la lógica’ (1999), se relaciona directamente con estos problemas. Aquí, Hegel critica la forma lógica de la subsunción como tal (es decir, independientemente de cualquier momento concreto de subsunción) como una relación limitada y contradictoria que no puede producir una unidad genuina entre los elementos que relaciona. La crítica de Hegel se centra en la afirmación de que la determinación subsuntiva de la forma implica siempre una especie de imposición o violencia, ya que un «contenido» particular está determinado por una «forma» que permanece en algún sentido abstracta o indiferente a sus cualidades específicas y, por lo tanto, viola su identidad singular. En la medida en que está constreñido por la abstracción de la forma, el contenido no puede actualizarse completamente o «ser» él mismo en su particularidad y, por lo tanto, permanece carente de libertad. Es el motivo rector de la dialéctica hegeliana superar toda esa abstracción e indiferencia en la relación entre forma y contenido, o universal y particular, para alcanzar la verdadera libertad. La unidad absoluta y final que es el horizonte del sistema de Hegel y el punto de culminación del esquema de desarrollo histórico que implica exige, por tanto, la superación de las limitaciones de las relaciones subsuntivas.

A pesar de todas las carencias que Marx identificó en el pensamiento de Hegel, el motivo de la superación de la imposición de formas ajenas y dominantes indiferentes a la singularidad cualitativa del contenido vivo que configuran figura como una poderosa influencia en su crítica de las sociedades capitalistas. El carácter lógico y abstracto de la subsunción, como lo destaca Hegel, es una figura perfectamente apta para el carácter opresor del capital, como una forma alienante y unilateral de relación social.

A partir de una lectura de la función estructural que juega la subsunción dentro de la filosofía de Kant y Hegel, queda claro que las transformaciones que sufre en sus respectivos sistemas son cruciales para el desarrollo del despliegue de la subsunción de Marx como un concepto social crítico. Lejos de indicar simplemente una relación jerárquica, como en su sentido clásico, la subsunción en esta tradición se vincula inexorablemente a los problemas de la determinación de la forma y el desarrollo sistémico. Con Kant, vemos que toda objetividad debe ser producida (en lugar de simplemente aprehendida) y que los actos sintéticos de subsunción que determinan la forma son fundamentales para esta producción. Con Hegel, vemos que la producción de objetividad no tiene lugar de acuerdo con una totalidad «histórica» ​​fija sino más bien en desarrollo, cuyas transformaciones alteran la naturaleza y los efectos de esa producción (y también la naturaleza y los efectos de las relaciones subsuntivas que operan dentro de ella). ). Al mismo tiempo, Hegel reconoce en la subsunción un carácter inherentemente alienante u opresivo, insistiendo en que, por definición, la subsunción implica la falta de libertad o la restricción de todo lo que se subsume. Estas intervenciones son significativas para el desarrollo del pensamiento de Marx y la tradición crítica que dio a luz en tres sentidos principales: primero, la ‘productividad’ de la subsunción impregna la noción marxista del trabajo y el proceso laboral, como el lugar ontológico de la formación del objeto con los correspondientes efectos que dan forma al sujeto; segundo, el carácter abstracto de las relaciones subsuntivas dan lugar el discurso sobre la alienación, la reificación, la ideología y la “abstracción real” (Wendling, Capítulo 28, Rehmann, Capítulo 31, y Lange, Capítulo 32, The SAGE Handbook of marxism); tercero, la subsunción dentro de una totalidad compositiva en desarrollo permite su comprensión como un proceso histórico (tanto en el sentido de ser determinado por condiciones históricas como por ser determinante para el cambio histórico). Al establecer estas nuevas problemáticas y dar lugar a nuevos recursos conceptuales, esta historia filosófica de la subsunción es una condición previa esencial para la invención de una teoría marxista de la subsunción.

 

LA SUBSUNCIÓN EN LOS ESCRITOS DE MARX

Materialismo y crítica de la filosofía: La reacción de Marx al discurso filosófico de la subsunción

En sus primeros escritos, Marx identifica las limitaciones de las descripciones anteriores de la subsunción, y de la filosofía en general, en la forma en que conciben la relación entre el pensamiento y la realidad. Para Marx, la filosofía idealista suscribe una explicación invertida de la realidad en la que se invierte la relación causal entre pensar y ser, de modo que las ideas y las relaciones lógicas entre ideas tienen primacía sobre los individuos reales y las relaciones materiales. En ninguna parte, para Marx, esta inversión es más evidente que en la filosofía y la teoría de la sociedad moderna de Hegel, donde «simplemente se aferra a una categoría y se contenta con buscar algo que corresponda a ella en la existencia real» (Marx, 1975: 109). ). Marx acusa a Hegel de dotar a “su lógica de un cuerpo político; no nos proporciona la lógica del cuerpo político” (1975: 109). A pesar de su pretensión de partir del punto de partida más inmediato y sin presupuestos, el pensamiento de Hegel, simplemente por el hecho de ser filosofía, ya presupone la prioridad de la conceptualidad sobre el ser material.

Al reconocer este dogmatismo congénito del ideal, Marx vuelve los métodos propios de la filosofía, en particular la dialéctica de Hegel, contra sí mismos, desarticulando la práctica de la crítica del contexto y la problemática en la que se origina para redesplegarla al servicio de un nuevo proyecto de crítica social materialista. Para Marx, la crítica de una realidad social dada -con sus relaciones, prácticas, formas e instituciones constitutivas- es sinónimo de la construcción de una exposición sistemática adecuada de esa realidad: pues proporciona la «lógica del cuerpo político». Tal «lógica» solo puede ser el resultado final (y continuamente revisado), en lugar del punto de partida dogmático, de la investigación social crítica que apunta a rastrear su existencia real en el pensamiento con miras a la transformación de esa existencia.

Comprender y criticar las lógicas de la existencia social e histórica de esta manera se convierte en el objetivo central del proyecto de Marx, llevándolo a inventar una constelación de nuevas categorías y una metodología teórica singular que desafía los límites disciplinarios tradicionales (aunque aún perdurables). Esta invención engendró una reconsideración radical del estatus de las relaciones conceptuales, tanto dentro del discurso teórico como en la realidad social que describe y busca deshacer. Si el concepto de subsunción es tomado de la filosofía por Marx, no es para someterlo a una crítica en abstracción de cualquier contexto social concreto en el que se dan relaciones subsuntivas. Lo es, más bien, porque expresa adecuadamente una «función determinada» dentro de una configuración históricamente específica de las relaciones y prácticas humanas (la sociedad burguesa moderna). Desde esta perspectiva materialista, la subsunción sirve como expresión teórica, o figura lógica, de alguna subordinación real (es decir, material, práctica) de individuos u objetos a una forma o función social dominante. Las ‘categorías’ bajo las cuales los individuos y los objetos están subsumidos en el discurso de Marx no son, por lo tanto, reducibles a determinaciones del pensamiento (aunque todavía pueden retener una dimensión conceptual), sino que se conciben más ampliamente como categorías del ser histórico o formas sociales de existencia que determinan y se constituyen a través de la práctica colectiva de los individuos sociales.

La subsunción en el vocabulario crítico evolutivo de Marx llega así a implicar la subsunción bajo formas históricas de existencia, o más específicamente, como dice Marx en los Grundrisse, «subsunción de… los individuos bajo relaciones específicas de producción» (1993: 96). Tales relaciones específicas de producción, unificadas en varias configuraciones como ‘modos de producción’ (Haldon, Capítulo 2, The SAGE Handbook of marxism), llegan a actuar como las formas determinantes de acción e identidad bajo las cuales los individuos son subsumidos y por lo tanto constituidos en su peculiaridad histórica ( el ‘universal’ bajo el cual se subsumen varios ‘particulares’, en términos lógicos). Si Hegel ya había identificado la dimensión inherentemente restrictiva y abstractiva de la subsunción, donde la falta de libertad del individuo se presupone en su subsunción como tal, Marx se apropia y califica esta afirmación llenándola de color y contenido histórico. Rechazando todas las determinaciones transhistóricas de la producción y la reproducción como un proceso metabólico, salvo las más básicas (Marx, 1976: 290), Marx exige que se preste atención a los conjuntos específicos de relaciones sociales y formas en las que se dan relaciones subsuntivas concretas. De ello se deduce que si las relaciones subsuntivas son realmente concomitantes con la falta de libertad, tal falta de libertad debe entenderse en su particularidad histórica, a diferencia de las formas de falta de libertad propias de otras épocas (por ejemplo, el feudalismo o las antiguas sociedades esclavistas).

 

Subsunción capitalista

Habiendo desarrollado una teorización general de la determinación de la forma social como subsunción bajo las relaciones de producción, la explicación de Marx de la subsunción capitalista puede entenderse como una configuración históricamente específica de este proceso de determinación de la forma. En el contexto de la crítica de la economía política – la exposición de Marx del sistema de categorías burguesas (en sí misma la expresión idealizada de la realidad burguesa) – la subsunción se usa para describir la relación que se da entre el capital y el trabajo, de modo que puede decirse que el trabajo es subsumido bajo el capital en la medida en que está determinado en su  forma como una instancia particular del capital. Esta ‘subsunción del trabajo bajo el capital’ tiene un doble significado, refiriéndose tanto a la mencionada noción de determinación, donde el trabajo se constituye como un momento del capital, económica y materialmente, como al mismo tiempo designando la falta de libertad que esta forma-determinación implica, como la represión de modos alternativos de representación y acción para el trabajo.

Este uso de la subsunción en los escritos de Marx está guiado por la concepción crítica de la subsunción establecida por Kant, que indica un problema relacionado no simplemente con la disposición jerárquica de elementos preformados (como en el concepto «clásico» de subsunción), sino con el problema más profundo de cómo los particulares se forman o constituyen de acuerdo con el universal que los subsume. Para Marx, no existe una relación natural o eterna de pertenencia entre el trabajo y el capital; su articulación es más bien el efecto de una particular conjunción de condiciones y fuerzas históricas que determinan la actividad productiva como trabajo asalariado a través de la formación de una clase «trabajadora» (es decir, una clase de individuos sin otro medio de supervivencia que la venta de su capacidad laboral). Esta particularidad es precisamente lo que está en juego en la discusión de Marx sobre la subsunción capitalista: los mecanismos históricamente específicos por los cuales el trabajo está determinado en su forma (como una mercancía explotable) y dominado por el capital. Marx analiza varias formas diferentes de subsunción bajo el capital (formal, real, híbrida), cada una de las cuales corresponde a una modalidad específica de mando y coerción empleada para extraer plusvalía del proceso de producción. Estas formas no solo son diversas, involucrando aspectos tanto sociales como materiales, sino que también expresan la tendencia del capital a profundizar progresivamente su control de la producción para eliminar todas las barreras a la explotación y la acumulación. La subsunción es, por lo tanto, clave, no solo para especificar la particularidad histórica de las relaciones sociales capitalistas, sino también para conceptualizar el dinamismo interno y las tendencias de desarrollo que exhiben esas relaciones. Para Marx, la relación subsuntiva entre capital y trabajo está mediada por la unidad de dos procesos: el proceso de valorización y el proceso de trabajo. En esta unidad, “el proceso de trabajo es como si estuviera incorporado [al proceso de valorización], subsumido bajo él” (Marx y Engels, 1988: 67). A nivel general, la esencia de la subsunción del trabajo radica en las formas en que el capital se apropia del proceso de trabajo y lo hace funcionar también como un proceso de valorización, un motor para la producción de plusvalía. Esto sucede, en su forma más básica, a través de la conjunción de dos actos diferentes.

Primero, el capital y el trabajo toman la forma de mercancías en el proceso de circulación: salarios monetarios y fuerza de trabajo. El propietario de la fuerza de trabajo y el propietario del salario se encuentran en el mercado e intercambian sus bienes, que se miden como sumas de valor, es decir, como expresiones del trabajo humano abstracto. Al hacerlo, el dueño de los salarios, el capitalista, compra el derecho a emplear una cierta cantidad de tiempo de trabajo. La mercantilización generalizada de la fuerza de trabajo, apuntalada por los procesos de la llamada “acumulación originaria” que dió lugar a una clase proletaria, es el primer momento de la “particularización” del trabajo bajo el capital. Desde la perspectiva de la circulación, Marx considera esto una simple compraventa ‘como cualquier otra’, en el sentido de que ambas partes son formalmente libres y entran voluntariamente en el intercambio (aunque esta situación está condicionada para el proletario por otro tipo de libertad: el de la libertad de poseer cualquier propiedad). No obstante, al mismo tiempo, este intercambio cuantitativamente “igual” está “coloreado” por su contenido peculiar:

Con su dinero, el dueño del dinero ha… comprado una disposición sobre cierta capacidad de trabajo para poder agotarla. Consumir esa capacidad de trabajo como tal, es decir, hacerla funcionar como trabajo efectivo, en definitiva, para poder hacer trabajar realmente al trabajador. (Marx y Engels, 1988: 64)

Este agotamiento real de la mercancía fuerza de trabajo, continúa diciendo Marx, “es un proceso cualitativamente distinto al del intercambio. Es una categoría esencialmente diferente” (1988: 54). 

En segundo lugar, en el análisis de la producción, Marx demuestra que con este control sobre el proceso de trabajo, el capitalista puede obligar al trabajador a realizar plustrabajo, a producir un exceso de valor por encima de lo que recibe en forma de salarios para poder reproducirse. De este modo:

[una] relación de dominación y subordinación entra en la relación de la producción misma; esto se deriva de la propiedad del capital sobre el trabajo que ha incorporado y de la naturaleza del proceso de trabajo mismo. (Marx y Engels, 1994: 102)

Estos dos momentos, el intercambio y la producción, los aspectos formales y materiales de la vida económica capitalista, juntos determinan el proceso de trabajo como un proceso de valorización, y así establecen la base para la subsunción capitalista; ninguno es suficiente sin el otro. La relación de intercambio es necesaria para que el trabajo tome la forma de valor, caiga bajo la propiedad y el mando del capitalista y así se convierta en capital variable (es decir, una instanciación formal de la universalidad del capital). Igualmente, el proceso de producción es necesario para que se explote la capacidad de creación de valor del trabajo, de modo que el capital original genere un excedente y se haya expandido. Sólo así ha actuado el trabajo como momento del capital, subsumido en él.

Sin embargo, es crucial que no exista una conexión directa entre estos dos procesos; Marx dice que «el proceso de trabajo como tal no tiene nada que ver con el acto de comprar la capacidad de trabajo por parte del capitalista» (Marx y Engels, 1988: 65-6) mientras que «por otro lado, el concepto de la mercancía en sí misma excluye el trabajo como proceso” (Marx y Engels, 1994: 71). Sin embargo, los dos movimientos se presuponen mutuamente y llegan a aparecer como vinculados «naturalmente» en su articulación capitalista. Su relación debe renovarse constantemente para sostener el movimiento recíproco entre circulación y producción que es la base para la acumulación de capital. Por lo tanto, es la unidad de estos dos actos -intercambio y producción- lo que constituye la síntesis distintiva de la forma social capitalista o «modo de producción»: el modo por el cual el trabajo está determinado en su forma en tanto que «propiedad del capital». Al expresar la lógica de esta conjunción básica (como la articulación de un contenido concreto particular con una forma social abstracta de universalidad), es la «subsunción» por encima de todos los demás conceptos en la obra de Marx lo que describe más directamente en qué consiste la especificidad de la dominación capitalista. En otras palabras, apunta a lo que es más esencial en la relación de poder capitalista para distinguirla, tanto en su fin como en sus medios, de las formas de dominación social existentes hasta ahora.

 

Formas de subsunción

Marx distingue entre varias formas de subsunción bajo el capital, elaborando diferentes modalidades en las que el capital ejerce su dominio sobre el proceso de trabajo. Sin embargo, Marx insiste en que estas determinaciones de forma y procesos de mando funcionan como transformaciones de configuraciones de producción existentes y no pueden comprenderse en abstracción de las condiciones históricas concretas en las que emergen y se desarrollan. Lo que indica la distinción entre subsunción formal, real e híbrida son diferentes mecanismos de transformación de la producción sobre una base capitalista, que a su vez tienen repercusiones transformadoras en el conjunto de la sociedad.

 

Subsunción formal

Con la “subsunción formal” del trabajo bajo el capital, Marx explica que los capitalistas se hacen cargo de los procesos de producción existentes sin alterar en modo alguno el “carácter tecnológico específico” del proceso de trabajo (Marx y Engels, 1988: 92). Los medios y métodos de trabajo, tanto como el producto final, siguen siendo idénticos a la forma que tenían cuando la producción se realizaba en su configuración precapitalista. Lo que cambia es que ahora el trabajador trabaja por un salario, bajo el mando y la supervisión de un capitalista, utilizando materiales provistos por el capitalista, y acaba con la propiedad de los productos por los que han trabajado en el proceso de producción. El trabajo del trabajador ha sido así subsumido bajo el capital, apropiado y explotado para generar plusvalía, pero solo “formalmente”, es decir, al nivel de la relación económica de intercambio entre el trabajador y el capitalista. La actividad real del trabajador se lleva a cabo exactamente como lo era antes de que el capitalista la organizara y, por lo tanto, no se ve afectada «materialmente» por la introducción de esta nueva forma de explotación. En la medida en que la subsunción formal funciona como mecanismo de dominación, está puramente al nivel de la relación de poder interpersonal por la cual el trabajador, que depende de su salario para sobrevivir, se ve obligado a ceder el control de sus capacidades productivas al capitalista que puede beneficiarse de ellas. Dado el carácter puramente formal de esta dominación, cuando los capitalistas buscan aumentar su explotación del trabajo formalmente subsumido (como por definición deben hacerlo), los únicos medios a su disposición implican la imposición de una jornada laboral más larga o un ritmo de trabajo intensificado, siendo que ambas opciones, tropiezan con límites naturales y sociales.

 

Subsunción Real

Marx continúa describiendo una forma más profunda de subsunción que se construye sobre el modo económico de control operativo de la subsunción formal. La ‘subsunción real’ del trabajo bajo el capital implica no sólo el mando formal sobre el trabajador del que disfruta el capitalista poseedor del salario, sino también una forma más material de mando que resulta del hecho de que el capitalista también posee y configura los medios de producción involucrados en el proceso laboral. Dependiendo de estos medios para realizar la actividad laboral que vendieron al capitalista, los trabajadores deben adaptarse a los medios junto con los métodos de trabajo que presuponen tecnológicamente. Si el capitalista altera la configuración técnica del proceso de trabajo, también se alterará el trabajo del trabajador. El capitalista descubre así otro método a través del cual aumentar la explotación del trabajo, porque si el proceso de producción puede hacerse más eficiente (es decir, generar más valores de uso con una cantidad igual o menor de fuerza de trabajo, produciendo plusvalía ‘relativa’), o permitir un mayor poder de coerción sobre la actividad del trabajador, entonces el capitalista sale ganando, incluso sin haber obligado «formalmente» al trabajador a trabajar más tiempo o más duro. Esta es la «subsunción real» del trabajo, que Marx considera corresponde con el «modo de producción propiamente capitalista» (1975: 1019 ss.).

Marx subdivide la subsunción real en tres momentos distintos: (1) cooperación, (2) división del trabajo y la manufactura, y (3) maquinaria e industria a gran escala:

1. La cooperación es la simple reorganización de la producción por parte de los capitalistas para permitir el «trabajo colectivo directo» de múltiples trabajadores. En efecto, esto simplemente significa reunir a los trabajadores en un lugar sin cambiar la naturaleza de su proceso de trabajo, por lo que la diferencia que introduce con respecto a la subsunción formal (donde los trabajadores pueden ser empleados por el mismo capitalista pero realizan su trabajo en diferentes lugares) es ‘puramente cuantitativa’. El capitalista gana aquí mediante una concentración que permite compartir los recursos y la coordinación de los poderes individuales, así como una mayor capacidad de vigilancia y supervisión.

2. La división del trabajo y la fabricación implica una interferencia mucho mayor de los capitalistas en el proceso de trabajo, el cual se divide en momentos discretos que luego se convierten en una tarea especializada de los trabajadores individuales. El trabajo colectivo se “divide” entre estas tareas; en lugar de que un trabajador ensamble un producto completo de principio a fin, cada trabajador realiza repetidamente un solo momento del proceso general. Así, el trabajo se vuelve cada vez más especializado y perfeccionado con respecto a estas «operaciones parciales», en las que el insumo de cada trabajador individual representa solo un fragmento del producto final. En términos de la experiencia del trabajo, Marx argumenta que esto da lugar a la monotonía del trabajo, con la repetición incesante de tareas diminutas y una disociación del producto final, que el trabajador nunca puede ver, comprender o disfrutar. Es significativo aquí para la teorización de la subsunción como mecanismo de dominación capitalista, que el proceso de trabajo en este momento es diseñado y unificado por el capitalista, no por el trabajador, quien, en consecuencia, encuentra su actividad inserta en un proceso ajeno a él.

3. La tendencia a invertir el control obrero sobre el proceso de trabajo y colocarlo del lado del capitalista se consuma con la gran industria, basada esta en el uso de maquinaria. Aquí, no es sólo la división y especialización de tareas lo que garantiza la eficiencia de la explotación, sino el desarrollo de la maquinaria como aparato objetivo a través del cual se realiza el proceso de trabajo:

El aumento de la fuerza productiva del trabajo y la mayor negación posible del trabajo necesario es la tendencia necesaria del capital, como hemos visto. La transformación de los medios de trabajo en maquinaria es la realización de esta tendencia. (Marx, 1993: 693)

A diferencia de las herramientas, la maquinaria no está restringida por los límites del cuerpo humano individual (o incluso de múltiples cuerpos que actúan en conjunto) y, por lo tanto, permite un gran aumento en la productividad del proceso de trabajo. La gran industria convierte el taller en una fábrica, un ‘sistema articulado’ de procesos y máquinas cuyo ‘principio regulador’ es una continuidad de la producción siempre perfeccionada, con el objetivo de minimizar todas las interrupciones del proceso de trabajo (Marx, 1993: 693) . En lugar de cultivar habilidades técnicas especializadas en el trabajador como lo hace la manufactura, la industria inculca al trabajador en una ‘especialización en la pasividad’, reduciendo su actividad a la simple operación de maquinaria técnicamente compleja que supervisa su funcionamiento como ‘vigilante y regulador’ en lugar de ‘principal actor’. ‘ (1993: 693). La actividad de la fuerza de trabajo se vuelve así “determinada y regulada por todos lados por el movimiento de la maquinaria, y no al contrario” (1993: 693). De esta forma, el mando capitalista pasa a ser objetivamente puesto en la composición material del proceso de trabajo, de modo que el trabajador confronta la necesidad de su explotación no sólo en la autoridad personal del patrón capitalista o en la organización burocrática de las tareas, sino como un ‘hecho tecnológico’ construido en la realidad concreta de los medios de producción.

 

Subsunción híbrida

Junto a las discusiones sobre la subsunción formal y real, Marx también menciona la existencia de varias ‘formas híbridas’ (Zwitterformen) a través de las cuales los capitalistas ‘extorsionan’ la plusvalía sin que el proceso de trabajo sea subsumido formalmente (Marx, 1976: 645; cf. también Banaji, 2011: 63; Das, 2012; Murray, 2004: 265; Skillman, 2012). Al igual que en la subsunción formal y la real, una relación económica sustenta tal explotación, pero sin la mediación de un salario directo y sin la propiedad y el control del proceso de trabajo por parte del capitalista (Marx, 1976: 645). En cambio, ya sea monopolizando el mercado para la compra de los bienes del productor, o a través de adelantos de dinero, materiales o tierra necesaria para la producción, el capitalista puede efectivamente extraer un excedente del productor sin comprar ni controlar su fuerza de trabajo. Jairus Banaji ha descrito la relación económica implícita en la subsunción híbrida como una que constituye  un “salario oculto” (Banaji, 2011: 98). El capitalista aquí funciona formalmente como ‘intermediario, como comerciante’ (Marx y Engels, 1988: 270), o alternativamente, como usurero, alimentándose ‘del [productor] como un parásito’ (Marx, 1976: 645), aunque en última instancia el resultado es el mismo que con los otros modos de subsunción: explotación y acumulación (Marx y Engels, 1994: 118-119).  La subsunción híbrida presupone que los productores formalmente independientes están dispuestos a entablar relaciones de explotación, incluso en ausencia de «restricciones políticas» que los obliguen a hacerlo, para obtener acceso al dinero o los medios de producción necesarios para asegurar sus medios de subsistencia. Por lo tanto, la existencia de tales ‘formas híbridas’ debe estar asociada, por un lado, con procesos de acumulación por desposesión’ (Harvey, 2003) y la consecuente  concentración de riqueza y medios de producción por parte de una clase capitalista y, por el otro, por la propagación de las relaciones de mercado mediadas por el dinero.

Marx se refiere a la subsunción híbrida en dos sentidos principales (aunque el concepto cubre una gran diversidad de escenarios concretos, tanto históricos como contemporáneos). Las formas híbridas pueden ser “transicionales” (Übergangsformen), sirviendo como base para el surgimiento histórico de la subsunción formal en los albores de la producción capitalista. Pero también perduran o emergen de nuevo como «formas acompañantes» (Nebenformen) junto con relaciones de producción propiamente capitalistas basadas en la subsunción formal o real. En este sentido, las formas híbridas no se restringen a formas residuales o anacrónicas de explotación, sino que constituyen una estrategia de exclusión y externalización permanentemente presente que los capitalistas pueden emplear como respuesta estratégica tanto a las presiones competitivas como a la resistencia de los trabajadores (Das, 2012). 

 

RECEPCIÓN HISTÓRICA Y DEBATES

Periodización y subsunción “total”

Dentro del canon marxista, el concepto de subsunción sigue siendo un término relativamente poco teorizado, que ha recibido mucho menos compromiso académico y político que conceptos como alienación, explotación, cosificación o abstracción. Este descuido se deriva, al menos en parte, de su limitada presencia textual en los escritos de Marx y de una aparente ambivalencia por parte de Marx con respecto a su estatus teórico (Murray, 2009: 173; Sáenz de Sicilia, de próxima publicación; Skillman, 2013). Marx desarrolla las descripciones más sostenidas de la subsunción capitalista en los primeros borradores de su crítica de la economía política: ‘Los resultados del proceso de producción inmediato’ y los ‘Manuscritos de 1861-1863’; sin embargo, el término «subsunción» se omitió casi por completo de los volúmenes publicados de ‘El capital’, con los primeros borradores en cuestión disponibles relativamente tarde en la formación de las tradiciones marxistas ‘ortodoxas’ y ‘críticas’. No obstante, entre los diversos intentos de revitalizar y reinventar la crítica de la sociedad capitalista a raíz de los fracasos de los comunismos históricos de varios tipos, varias contribuciones significativas invocan la subsunción como categoría crítica central. En particular, los escritos de Theodor W. Adorno, Jacques Camatte y Antonio Negri se basan en la subsunción como categoría con la que teorizar la dinámica del desarrollo del poder capitalista. A pesar de su surgimiento en el contexto de diversos contextos políticos y culturales, estos enfoques tienen en común una comprensión de la subsunción como una categoría que se ocupa principalmente de la transformación histórica de las relaciones capitalistas, ya sea a través de la periodización de distintas fases del capitalismo registradas en función de su tipo de subsunción, siendo correspondientes estas a diferentes modos de explotación y resistencia (como con Negri), o en la progresiva extensión y expansión de las relaciones capitalistas de tal manera que comienzan a abarcar todos los ámbitos de la vida hasta ahora no mercantilizados, como la cultura y el ocio (lo que Adorno y Horkheimer identificó como ‘el desarrollo hacia la integración total’ (2002: xii)).

La obra de Adorno estableció el primer intento serio, después de Marx, de desplegar el concepto de subsunción en la tradición de la crítica social marxista. Sin embargo, en lugar de basarse en el análisis de Marx de las diferentes formas de subsunción, el uso de la categoría por parte de Adorno se basa más directamente en sus conceptualizaciones y críticas filosóficas anteriores, particularmente en la epistemología kantiana y su metacrítica hegeliana.

En primer lugar, este legado filosófico proporcionó a Adorno un modelo para el destino de los individuos sociales en las sociedades modernas, basado en los procesos de esquematización formativa especificados por el idealismo alemán en el que lo particular se adecua a lo universal de una manera que abstrae cualquier individualidad (Adorno y Horkheimer, 2002: 65). Esta plantilla de ‘juicio identificatorio’ se manifiesta concretamente para Adorno en la reducción de “la abrumadora masa de la población… a meros objetos de administración” (2002: 30) lo que los forma como individuos pasivos e impotentes («anulados») a través de, en el caso más extremo, la “abstracción completa de seres humanos subsumidos bajo conceptos arbitrarios” a los que se les hace encajar (Adorno, 1973: 236). Como enfatizó el corresponsal de Adorno, Alfred Sohn-Rethel, la conexión con la subsunción así entendida no es una mera analogía dado el carácter práctico (en lugar de meramente teórico) de la abstracción involucrada en el intercambio de mercancías (Sohn-Rethel, 1978). Al relacionar cuantitativamente las mercancías sobre la base de su valor de cambio y al mismo tiempo poner entre paréntesis la heterogeneidad cualitativa de sus propiedades específicas, los individuos no solo piensan de manera abstracta sino que ”’actualizan socialmente una operación conceptual real” (Adorno, 2018: 155), concretando la subsunción bajo las formas del valor capitalista como una “abstracción real” (Lange, Capítulo 32, The SAGE Handbook of marxism) con efectos reales a nivel de la determinación de la forma social tanto de objetos como de sujetos.

En segundo lugar, para Adorno, este procedimiento de esquematización social demuestra una tendencia evolutiva hacia la absolutización extensiva e intensiva. Avanzando a lo largo de los vectores gemelos de la «industrialización» en la producción y la «cultura de masas» en el consumo, la dinámica de la subsunción bajo el valor de cambio muestra un movimiento hacia la «administración total» de los sujetos sociales. Los individuos en el capitalismo se encuentran dominados tanto en el trabajo como en el ocio, sujetos a una forma de control que no solo regula su acción exterior y su relación con los demás, sino que llega a «preformar» su identidad, sus deseos y su personalidad más íntimos de una manera que disuelve cualquier autonomía real. (Adorno y Horkheimer, 2002: 30). Sin embargo, Adorno es conspicuamente vago acerca de los mecanismos precisos por los que se impulsa esta colonización tendencial del mundo de la vida interior y exterior, y es aquí donde los límites de su explicación son evidentes. Al dar primacía a las relaciones mercantiles y a la abstracción del intercambio en su explicación del funcionamiento del poder capitalista, Adorno elude el mecanismo clave identificado en la crítica de la economía política de Marx a través del cual el capital transforma progresivamente el mundo a su propia imagen mientras profundiza su dominio de las sociedades humanas: la subsunción real del proceso de trabajo, promulgada en virtud del control capitalista sobre la producción. Constreñido por su punto de vista ‘circulacionista’ (basando la abstracción del intercambio en la metanarrativa de la ‘ilustración’ y la razón instrumental más que en una teoría de la acumulación), Adorno sólo puede aludir a los procesos de dominación material que fluyen con aparente automaticidad a partir de la mercantilización del trabajo y la propiedad capitalista del proceso de producción. La crítica de Adorno a la sociedad capitalista sigue siendo, por lo tanto, “formal”, incapaz de extender su marco analítico de una manera que abarque también las dinámicas concretas de control, coerción y transformación técnica que son cruciales para la “reproducción ampliada” de las relaciones sociales capitalistas. El efecto de este formalismo es que, irónicamente, a pesar de todo el kantismo de Adorno, este no logra incorporar la innovación clave introducida por Kant en el pensamiento de la subsunción: el problema de los mecanismos específicos de determinación de la forma que deben ser operativos si lo universal y lo particular alcanzan y mantienen su identidad. El idealismo residual de este enfoque con inflexiones epistemológicas lleva a Adorno a una teoría reduccionista y unilateral de la subsunción capitalista que no puede ofrecer una explicación sustancial de cómo y por qué el poder capitalista avanza y cómo lo hace.

En contraste, los escritos de Antonio Negri desarrollados a partir de la década de 1980 se basan directamente en el concepto de subsunción de Marx para rastrear y diferenciar distintas configuraciones materiales del dominio del capital sobre el trabajo, extendiendo e intensificando las implicaciones de la transición de la subsunción formal a la real en el contexto de una periodización histórica del capitalismo. Si bien el enfoque de Negri (junto con la tradición del operaismo del que se deriva) parte de un análisis marxista de la producción, la explotación y la resistencia, al igual que Adorno, identifica una progresiva profundización histórica de esta relación que llega a rebasar los límites de los lugares tradicionales de producción, abarcando e internalizando progresivamente cada esfera de la actividad humana dentro de la matriz del poder capitalista. Transponiendo el análisis de Marx de la subsunción del proceso de trabajo individual al todo social, Negri se refiere a esta finalización histórica como la «subsunción real y total del trabajo» y la «sociedad mundial» bajo el capital (Negri, 1991: 121, 1988: 95). Para Negri, esta totalización de la subsunción marca el punto en el que la socialización capitalista deja de estar mediatizada por la mercantilización y las relaciones de valor y ya no hay ningún «afuera» de la autoridad capitalista porque «el mecanismo de producción y reproducción de la fuerza de trabajo es totalmente interno al capital” (Negri, 1988: 126). En lugar de que el poder capitalista esté regulado por la ley del valor como lo es para Marx, una vez que no queda ningún dominio externo del que extraer la determinación diferencial de la medida (y con ella la posibilidad de una «plusvalía») que el poder metamorfosea en una lógica generalizada de mando puro similar a la disciplina de estilo militar del régimen de fábrica. En la medida en que las relaciones sociales capitalistas puedan seguir tomando la apariencia de relaciones económicas, la dinámica de la subsunción transforma su esencia hacia una lógica puramente política de antagonismo: ‘la sociedad se configura de manera disciplinaria a través del desarrollo del sistema capitalista’ (Negri, 2003: 105).

En la teorización de Negri, la subsunción capitalista total es ‘la situación en la que nos encontramos desde mediados del siglo XX’ (2003: 105), lo que hace que la descripción de la mercantilización de Marx (y su correspondiente análisis teórico del valor de la explotación y el fetichismo) sea un marco anacrónico que ya no tiene tracción sobre la vida social y sus conflictos. En su lugar, Negri construye un marco ontológico en el que la plenitud creativa del trabajo se subsume directamente bajo un mando capitalista que absorbe y se apropia de sus capacidades sin la mediación de medidas competitivas. Sin embargo, la disolución teórica del valor de Negri como principio regulador del poder capitalista da lugar a una serie de contradicciones y aporías teóricas (Noys, 2010; Toscano, 2009). Lo que es más importante,  es que la absolutización de la subsunción de Negri suspende efectivamente el carácter conflictivo de la relación subsuntiva en sí misma, porque una vez que se ha logrado la subsunción, ya no hay ninguna tensión entre lo universal y lo particular, es decir, entre el capital y el trabajo, ya que están unidos por una identidad analíticamente perfecta. Si el conflicto ha de aparecer así dentro de la descripción de la subsunción de Negri, solo puede ser en la forma transmutada de la oposición ontológica inmanente del tiempo «lleno» y «vacío», representados respectivamente por la creatividad del trabajo y la totalización abstracta del capital. Aquí, sin embargo, falta una explicación sólida de los mecanismos concretos de subsunción y las formas sociales adoptadas por el antagonismo entre el capital y el trabajo, lo que lleva a Negri, al igual que a Adorno, a un desarrollo unilateral de la teorización inicial del concepto de Marx.

La coherencia de la teoría marxista de la subsunción depende de la integración de la dimensión formal del intercambio y la mercantilización con la configuración material de la producción y las transformaciones tendenciales del proceso de trabajo. Sin estos dos aspectos, la dominación capitalista no puede comprenderse en la especificidad histórica de su operación y dinámica de desarrollo. Mientras que Adorno tiende a tratar la subsunción como si fuera un efecto automático de las relaciones de intercambio (una concepción epistemológica preocupada principalmente por la determinación formal), Negri invierte esto y entiende la subsunción sólo a través de la lógica material del control capitalista sobre la actividad productiva generalizada (una concepción ontologizada de la subsunción fundada en la idea de una plenitud vital, originaria y creadora que posee el trabajo y que el capital ‘confisca’). Sin embargo, ninguno de los enfoques piensa que los dos lados de la dominación capitalista son igualmente esenciales para su funcionamiento: que es esta la síntesis distintiva que sustenta el poder capitalista.

 

Subsunción y crítica de la economía política

Si las exageraciones y distorsiones de estos enfoques «periodizadores» tropiezan con problemas teóricos y empíricos que en última instancia los hacen insostenibles, abren, no obstante, cuestiones importantes sobre la estructura básica y el desarrollo de las sociedades capitalistas: ¿es la dinámica de la subsunción impulsada por la lógica económica de la acumulación o por la lógica «política» del antagonismo de clases? ¿O por alguna combinación entre ambas (en cuyo caso, cómo debe conceptualizarse su combinación)? ¿Es la transición de la subsunción formal a la real una implicación automática, o incluso necesaria, del control capitalista de la producción o sólo una de sus posibles modalidades? ¿Cómo interactúan y se afectan los procesos de subsunción en diferentes áreas de la economía y regiones del planeta? ¿Es coherente o plausible hablar de una subsunción “total” de la sociedad y de los individuos que la componen?

Algunos aspectos de estas cuestiones fueron abordados directamente por los llamados debates sobre el «proceso laboral» de los años 1970 y 1980 (Braverman, 1974; Burawoy, 1978; Gorz, 1976; Thompson, 2010). El hilo común que une esta variada literatura fue la combinación de una teorización general de la producción capitalista y sus leyes inmanentes junto con un intento de comprender la composición cambiante de la producción capitalista a través de un enfoque en las estrategias de control capitalista dentro del proceso de trabajo. Es importante destacar que las primeras contribuciones significativas a estos debates, como las del Brighton Labor Process Group, rechazaron cualquier simple correspondencia o transposición de la dinámica de subsunción entre el nivel del proceso de trabajo individual y la configuración del todo social, insistiendo en que «la relación entre capital y trabajo, a un nivel social general, no puede derivarse de la relación capital-trabajo dentro de la producción ni reducirse a ella”, mientras que “la estructura real del proceso [laboral] no está históricamente determinada por la lógica abstracta de acumulación del capital”, ya que las relaciones de producción capitalistas sólo pueden reproducirse como una totalidad de relaciones sociales” (Brighton Labor Process Group, 1977: 23-4). Esto señaló la urgencia de desarrollar un programa de investigación que cuestionara la articulación evolutiva de la producción y la reproducción (entendidos como la totalidad del proceso social y, por lo tanto, el contexto material más amplio dentro del cual se desarrollan las luchas específicas sobre la subsunción en la producción). Al plantear el problema de las dimensiones económicas y políticas del poder capitalista en otros términos, estos autores también examinaron si la fuerza impulsora de las transformaciones en el proceso de trabajo se basaba principalmente en la presión competitiva para aumentar la eficiencia de la producción o en el impulso para consolidar el control sobre el trabajo (cf. Gorz, 1976). Contribuciones recientes como las de Das (2012; ver también Skillman, 2012) han continuado con esta orientación a través de análisis empíricamente informados de patrones de transformación en los procesos laborales del capitalismo contemporáneo. 

Compartiendo algunas de estas preocupaciones, aunque en un nivel más alto de abstracción teórica, ciertas corrientes de erudición marxológica a las que se hace referencia de diversas maneras como «lógica del capital», «teoría de la forma del valor» y «dialéctica sistemática» han tratado de hacer aclaraciones importantes con respecto a la relación entre la descripción de Marx de la subsunción y el marco de su crítica de la economía política. Sobre la base de reconstrucciones de ‘El capital’ de inspiración hegeliana que buscan consolidar la coherencia sistemática de sus categorías centrales, el trabajo de Chris Arthur y Patrick Murray vincula la dinámica de la subsunción a una exposición dialéctica de las formas de valor, la crítica de las apariencias fetichistas y la distinción entre producción de plusvalía absoluta y relativa. Al enfatizar la necesidad de la lógica interna (de acumulación) que impulsa la producción y reproducción capitalista, la propuesta de Arthur describe el capital como un «sistema de formas abstractas que se mueve por sí mismo» que «debe» dar forma al contenido material que incorpora de acuerdo con este objetivo (Arthur, 2009: 155). Sin embargo, el enfoque en la completitud sistemática del capital aquí tiende hacia un objetivismo que acaba reduciendo las característica antagónicas de las relaciones de clase capitalistas a una idea teórica tardía (en contraste con Negri, para quien la lucha es primordial a expensas de las mediaciones estructurales, ver Sáenz de Sicilia, próxima publicación). La subsunción es así tratada como una categoría ubicada internamente a la “dialéctica sistemática” cuasi-autónoma del capital en lugar de ser una categoría que articula el capital con sus fundamentos externos: la naturaleza y el trabajo. En lugar de la subsunción que nombra la relación en la que se concentran los conflictos sociales por la explotación del trabajo, en estos relatos capitalcéntricos se convierte en un momento más en la consolidación del dominio sistemático del capital. Cualquiera que sea la forma en que se equilibren los intereses políticos de la subsunción capitalista dentro del ámbito de estos enfoques, un enfoque exclusivo en el desarrollo de una lógica «pura» de acumulación capitalista elude la cuestión del capitalismo como historia real y el papel central jugado por la subsunción (y sus conflictos concomitantes) en la determinación de la trayectoria de esa historia.

Finalmente, dentro del marxismo latinoamericano desde la década de 1970 en adelante, surgió un conjunto significativo e innovador de compromisos con la explicación de la subsunción de Marx.. Desarrollando una relectura crítica de Marx en paralelo con (y hasta cierto punto influenciados por) sus contemporáneos europeos, autores como Bolívar Echeverría, Armando Bartra y Enrique Dussel, destacaron conceptos importantes descuidados y aspectos estructurales «esotéricos» del discurso de Marx para abordar las deficiencias tanto del marxismo ortodoxo como de la teoría social burguesa dominante (tanto en su incipiente inflexión “posmoderna” como en sus variantes empiristas tradicionales). De estos, los aportes de Echeverría son sin duda los más profundos, superando en muchos aspectos cualquier otro intento de situar una teoría de la subsunción de manera coherente y sistemática en el contexto de la crítica de Marx a la sociedad capitalista (Saenz de Sicilia, 2018; Saenz de Sicilia y Brito Rojas , 2018). Trabajando de cerca con los borradores y cuadernos de apuntes de Marx recientemente disponibles mientras respondía con inventiva a las lagunas en el proyecto de Marx (por ejemplo, en torno al concepto de valor de uso, cf. Echeverría, 2014), Echeverría argumentó que la subsunción, junto con el análisis del valor, el fetichismo y la reproducción social, debe situarse en el centro del pensamiento de Marx:

El concepto de subsunción tiene una importancia especial con respecto al núcleo del discurso crítico de Marx, es decir, la teoría de la contradicción entre el proceso socionatural de producción/consumo y el proceso sociocapitalista de valorización del valor. Es el intento más avanzado de Marx de mostrar en términos teóricos generales la forma en que se articulan esos dos procesos contradictorios. (Echeverría, 1983: 2)

Para Echeverría, el carácter contradictorio de la sociedad capitalista –expresado desde los niveles más básicos de valor/valor de uso y derecho laboral abstracto/concreto hasta la complejidad de la reproducción expandida capitalista/reproducción social– se articuló en cada instancia como una relación de subsunción, del valor de uso bajo el valor, de trabajo concreto bajo el trabajo abstracto, etc. La subsunción, por lo tanto, no figuraba como un momento discreto en la construcción conceptual de Marx, sino que atravesaba la totalidad de su exposición en ‘El Capital’ con una creciente concreción. Las intuiciones de Echeverría pasaron a ser consolidadas y ampliadas sistemáticamente por Jorge Veraza (2008) en relación a las implicaciones de la subsunción real para las transformaciones en el ámbito del consumo, donde el desarrollo capitalista de la ciencia y la tecnología conduce a una inversión de los medios de producción en medios de destrucción; es decir, de los medios de asegurar la reproducción de la vida humana a los medios de su negación.

Enrique Dussel también sitúa la subsunción en el centro de su reinterpretación de la crítica de la economía política de Marx (1985, 1990, 2001). Basándose en el trasfondo de la subsunción en el idealismo alemán (aunque centrado en Schelling en lugar de Kant y Hegel) junto con la teología marxista de la liberación, el argumento de Dussel toma la crítica de Marx para descansar en una dialéctica de la exterioridad y la totalidad en la que el trabajo vivo originalmente se encuentra fuera de la totalidad  cerrada del capital, pero luego se incorpora a ella a través de su subsunción bajo el valor. El capital hace así del trabajo un momento de su propio desarrollo, neutralizando su independencia y “negando su exterioridad”. Para Dussel esta transición, efectuada por el intercambio de trabajo por salario, es el momento clave en el que se fundamenta el ser del capital, su realidad social. De esta forma, desarrolla un amplio marco ontológico para conceptualizar la subsunción (con algunas afinidades con Negri) que se basa en la descripción de Marx en los Grundrisse del trabajo como una subjetividad puramente desnuda, como pobreza absoluta o «no-ser» en contraste con el ser del capital (Marx, 1993: 454). Dussel enfatiza esta negatividad, o nada, del trabajo vivo, que se reduce a un puro potencial hasta que es subsumido y actualizado en la producción, sirviendo de mediación al capital consigo mismo. El momento subsuntivo es, por lo tanto, central en toda la concepción de Dussel de cómo el capital forma una totalidad ontológica cerrada (algo similar a la ‘dialéctica sistemática’ de Arthur), así como en su insistencia en el carácter excesivo y la capacidad de resistencia del trabajo, que a pesar de figurar (desde el desde el punto de vista de esa totalidad) como un no-ser, nunca puede ser interiorizado total o finalmente (dado que es verdadero, pero negado, por el fundamento ontológico del capital). Al igual que Negri, la política de este argumento se define en un esquema ontológico maniqueo con el resultado de que, en lugar de poder dar cuenta del otro del capital, lo que se subsume, en términos concretos – digamos, en un relato de la composición actual de una clase obrera global y los procesos de trabajo que funcionan como lugar de la explotación –en una cuenta del actual composición de una clase obrera global y los procesos de trabajo que funcionan como el lugar de la explotación – Dussel construye su discurso crítico desde el punto de vista intangible de una negatividad teológica, una fuente que por definición no puede aparecer positivamente dentro de su discurso, más que una fuerza captada como ya presente, activamente resistente y prácticamente incrustada en la totalidad material de la vida social.

 

CONCLUSIÓN

Siguiendo su reformulación “crítica” en la filosofía idealista alemana, la categoría de subsunción adquiere un estatus teórico distintivo. Designa simultáneamente la especificidad de una relación (de identidad analítica entre lo particular y lo universal) a la vez que exige dar cuenta de cómo esa relación se produce y evoluciona (a través de procesos de determinación de la forma), transformando en consecuencia sus propias condiciones de posibilidad. Este reencuadre establece tanto la productividad como la dificultad de la subsunción para la teoría marxista. La subsunción captura la cualidad únicamente conceptual y “realmente abstracta” de la dominación capitalista, al mismo tiempo que (en sus múltiples modalidades) designa los diversos procesos sociales y materiales a través de los cuales se produce el control y la explotación del trabajo, así como la remodelación de la producción. Sin embargo, el esquema general de subsunción formal, real e híbrida de Marx sólo enumera los contornos más básicos de los procesos concretos de determinación de la forma capitalista. La verdadera efectividad de una teoría de la subsunción radica en su capacidad de proporcionar un marco para futuras investigaciones, tanto de naturaleza más enfocada y empíricamente informada (captando las particularidades de cómo se configura la subsunción del trabajo y la naturaleza en diversos escenarios) como de carácter sintético y generalizador (trazando las articulaciones globales entre producción y reproducción). Seguir estas dos trayectorias de análisis permite que la teoría marxista se reactive continuamente en respuesta al presente, vinculando una explicación básica de la acumulación (con sus nociones concomitantes de clase, valor, fetichismo, ideología, etc.) a las nuevas formas sociales que expresan la capacidad de adaptación y evolución del capitalismo. Sin embargo, a través de todos estos niveles de investigación, la subsunción sigue siendo la categoría crucial de mediación y antagonismo, marcando el punto de articulación y conflicto entre el sistema abstracto de formas capitalistas y los fundamentos materiales que forma y se apropia. La tendencia a la absolutización, ontologización o historización de la subsunción debilita esta efectividad al separar idealistamente el esquema básico de subordinación bajo el capital, de las condiciones y luchas reales en las que tiene su actualidad (y potencial superación). Pero la subsunción no puede proporcionar una respuesta o resolución a los problemas de la teoría marxista, sólo ofrecer un marco para abordar esos problemas de manera receptiva y no dogmática.